Cuando queremos conseguir algo en la vida, como puede ser mejorar nuestras destrezas como golfistas, deberíamos buscarlo con ahínco pero, al mismo tiempo, dejar que suceda.

Suena contradictorio, pero para mí es la combinación perfecta. Se trata de querer que las cosas sucedan; buscar que sucedan con nuestras pequeñas, intencionadas y bien enfocadas acciones diarias. Dejando que la vida siga curso, respetando los tiempos que para todo existen.

Debemos entrenar cada día, pero teniendo en cuenta que la mente tiene una capacidad limitada para retener información y el cuerpo se cansa, ambos se saturan.

Todos sabemos que el ser humano es muy resistente, es capaz de actos increíbles, de sobrevivir y adaptarse a situaciones muy extremas, pero en mi opinión el aprendizaje no debe ser así. Creo en las pequeñas dosis diarias de entrenamiento no en los atracones ocasionales de bolas.

Cuando queremos conseguir algo, muchas veces nos dejamos llevar por la pasión y pensamos: venga otro cubito de bolas más, venga voy a patear 1 hora más, venga voy a hacer 3 series de sentadillas más… Esto no está mal, siempre que estemos muy atentos para detectar cuando la pasión y la motivación, se pueden estar transformando en una dañina obsesión, que nos haga seguir entrenando sin darnos cuenta que ese tiempo extra no está aportando un mejora extra, sino más bien un agotamiento innecesario. Esto suele pasar cuando queremos acelerar los procesos y no dejamos que las cosas sucedan.

Para mejorar hay que sumar horas de entrenamiento enfocado y atento, eso es indiscutible. Sin embargo, estas horas deben sumarse a largo plazo huyendo de cualquier tipo de inmediatez.

La inmediatez y el enfoque cortoplacista, sólo nos llevará al limbo del golfista amargado o al cementerio del deportista frustrado, porque en esta vida, como dicen los abuelos, todo lleva su tiempo.

Busca que suceda, entrena con frecuencia justo el tiempo que tu cuerpo y mente sean capaces de rendir. Deja que suceda, para eso sólo tienes que respetar lo anterior y ser paciente.